La Prostituta Sagrada


  • Así que tú eres Enkidu?

El hombre bestia la miraba con desconfianza, pues nunca había visto a una mujer.

Ella se sentó sobre una roca y separó sus piernas.

Él olfateó, era un aroma nuevo, de hembra sin duda, pero diferente a todo lo que conocía. Algo lo estaba excitando, pero él aún no lo comprendía.

Ella sacó a relucir una de sus espléndidas tetas, y la presionó hasta sacar una gota de leche.

Eso sí lo entendió Enkidu, era alimento.

El hombre bestia se acercó con cautela.

Ella sacó su otra teta y repitió el ejercicio.

La bestia acercó su nariz a la gota de leche y como un salvaje se precipitó a chupar. Ella le asestó un buen golpe de puño en la mandíbula, pero apenas lo acarició.

Enkidu estaba dispuesto a pelear por su alimento, así que la botó al suelo y la dominó, para chupar salvajemente sus pechos.

Ella sabía que él haría eso, así que sacó el mazo oculto, y le dió con el un tremendo golpe en la sien.

La bestia trató de reponerse pero cayó de espaldas.

Ella aprovecho de montarse sobre él y cabalgarlo mientras lo ahocaba con su mazo.

El salvaje estaba muy confundido, no entendía lo que pasaba, pero lo disfrutaba, así que dejó de luchar y se dejó cabalgar.

Ella ya estaba exhausta, nunca en su vida había logrado tantos y tan buenos orgasmos con un solo hombre.

Enkidu no sabía que sensación era esa, era un ardor que iba en aumento, un deseo muy raro de orinar, una sensación de que algo iba a explotar.

No entendía por qué si ella gritaba se mantenía sobre él, pero ya tampoco le importaba, sólo quería que eso que iba a ecplotar lo hiciera ya.

Enkidu en su brutal desesperación dió un grito que hizo volar a todas las aves que estaban cerca y ahuyentó al resto de los animales, vaciándose por completo dentro de ella.

La mujer, tal como si se ahogara en un naufragio gritó por su vida y cayó rendida sobre el pecho de su hombre.

Enkidu la abraso y le dió su primer beso.

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